Ejemplos de Soneto

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Última modificación por: Redacción ejemplosde.com, año 2021

El soneto es un poema lírico de origen italiano que consta de cuatro estrofas con una métrica de catorce versos endecasílabos (de once sílabas) distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos. La palabra soneto proviene del latín sonus que significa “sonido o sonoridad”. 

El tema y la forma son lo más importante en el soneto. Esta composición poética aborda un pensamiento o tema específico que se desarrolla a lo largo de los catorce versos que lo componen. El origen se remonta al siglo XIII. El soneto se clasifica dentro de las formas poéticas medieval-renacentista.

La estructura del soneto es la siguiente:

Dos cuartetos. Los cuartetos son estrofas de cuatro versos cada una. Por su parte, cada cuarteto riman el primer verso con el cuarto y el segundo con el tercero; la rima es tipo ABBA, ABBA como se ve en el ejemplo siguiente.

Dos  tercetos. Los tercetos son estrofas de tres versos. En los tercetos la rima puede estar ordenada de maneras diversas, como por ejemplo: CDE, CDE, CDC, DCD, etc.

Estrofa

I

 

 

 

 

Estrofa

II

 

 

 

 

Estrofa

III

 

 

Estrofa

IV

Cruel amor, ¿tan fieras sinrazones 

tras tanta confusión, tras pena tanta?

¿De qué sirve la argolla a la garganta 

a quién jamás huyó de sus prisiones?   

¿Hierro por premio das a mis pasiones?

Dueño cruel, tu sinrazón espanta,

el castigo a la pena se adelanta

y cuando sirvo bien hierros me pones.  

¡Gentil laurel, amor; buenos despojos! 

Y en un sujeto a tus mudanzas firme

hierro, virote, lágrimas y enojos.  

Mas pienso que has querido persuadirme

que trayendo los hierros a los ojos

no pueda de la causa arrepentirme.

 

A

B

B

A

 

B

B

A

 

D

C

 

C

D

 

Cuarteto de versos endecasílabos con rima ABBA

 

 

 

 

Cuarteto de versos endecasílabos con rima ABBA

 

 

 

Cuarteto de versos endecasílabos con rima CDC

 

 

Cuarteto de versos endecasílabos con rima DCD

El soneto en Italia

Se conoce a Giacomo da Lentini como el iniciador del soneto en Italia. Posteriormente, durante el surgimiento y desarrollo del movimiento dolce stil nouvo del Renacimiento italiano, el soneto alcanzó la perfección gracias a los poetas Francesco Petrarca (1304-1374) y Dante Alighieri (1265- 1321).

El soneto en España

El soneto llegó a España alrededor del siglo XV, durante el periodo conocido como el Siglo de Oro. Los sonetos más importantes creados en España corresponden a los poetas: Quevedo, Garcilaso de la Vega, Luis de Góngora, Lope de Vega, entre otros.

El soneto en la Nueva España

El soneto en La Nueva España tuvo una gran influencia de los sonetos italianos de Petrarca, así como también, de las composiciones de los españoles Góngora y Quevedo. Sor Juana Inés de la Cruz  (Juana de Asbaje y Ramírez, ¿1648?- 1695) fue la poeta mexicana más importante del siglo XVII, sus sonetos se destacan por su delicada musicalidad y su dominio de la técnica barroca. Otro poeta novohispano del siglo XVII fue Luis de Sandoval Zapata (1618-1629).  

 15 Ejemplos de sonetos (completos):

1. Soneto CXLVII A una Rosa de Sor Juana Inés de la Cruz

En que da moral censura a una rosa y en ella a sus semejantes

Rosa divina que en gentil cultura 

eres con tu fragante sutileza

magisterio purpúreo en la belleza,

enseñanza nevada en la hermosura.

 

Amago de la humana arquitectura, 

ejemplo de la vana gentileza,

en cuyo ser unió naturaleza 

la cuna alegre y triste sepultura. 

 

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,

soberbia, el riesgo de morir desdeñas, 

y luego, desmayada y encogida, 

 

de tu caduco ser das mustias señas!

Con que con docta muerte y necia vida 

viviendo engañas y muriendo enseñas.

 

2. Soneto XXVI de Sor Juana Inés de la Cruz

Quéjase de la suerte: insinúa su aversión a los vicios y justifica su divertimento a las musas

 

¿En perseguirme, Mundo, qué interesas? 

¿En qué te ofendo? Cuando sólo intento 

poner bellezas en mi entendimiento,

y no mi entendimiento en las bellezas?

 

Yo no estimo tesoros, ni riquezas,

así, siempre me causa mal contento,

poner riquezas en mi entendimiento

que no mi entendimiento en las riquezas.

 

Y no estimo hermosura, que vencida,

es despojo civil de las Edades; 

ni riqueza me agrada si es mentida. 

 

Teniendo por mejor en mis Verdades, 

consumir vanidades de la Vida, 

que consumir la Vida en vanidades.

 

3.  Soneto contra las mujeres de Ana Francisca Abarca de Bolea

Soberbio el huracán y embravecido

se muestra con las nubes justiciero.

Altivo, con sus olas, el mar fiero

riquezas y valor ha sumergido.

 

Del voraz elemento esclarecido

es cruel el fulgor más lisonjero.

Y de Telus lo grave y lo severo,

por inconstante, viene a ser temido.

 

Iras ostenta, si feroz, altiva,

con su saña, la fiera venenosa

(tal muriendo porque nadie viva).

 

Pero furia más fiera y ponzoñosa

es la ira de la mujer esquiva

que es sierpe, es furia y amistad dañosa.

 

4.  Ajedrez II de Jorge Luis Borges

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada

reina, torre directa y peón ladino

sobre lo negro y blanco del camino

buscan y libran su batalla armada.

 

No saben que la mano señalada

del jugador gobierna su destino,

no saben que un rigor adamantino

sujeta su albedrío y su jornada.

 

También el jugador es prisionero

(la sentencia es de Omar) de otro tablero

de negras noches y de blancos días.

 

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.

¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza

de polvo y tiempo y sueño y agonías?

 

5.  La muerte es la vida de Gabriel Álvarez de Toledo

Esto que vi ve en mí, por quien yo vivo,

es la muerte inmoral, de Dios criada

para que, en su principio transformada,

anhele al fin de quien el ser recibo.

 

Mas del cuerpo mortal al peso esquivo

el alma en un letargo sepultada,

es mi ser en esfera limitada,

de vil materia mísero cautivo.

 

En decreto infalible se prescribe

que al golpe justo que su lazo hiere,

de la cadena terrenal me prive.

 

Luego con fácil conclusión se infiere

que muere el alma cuando el hombre vive,

que vive el alma cuando el hombre muere.

 

6.  Definiendo el amor de Francisco de Quevedo

Es hielo abrasador, es fuego helado,

es herida, que duele y no se siente,

es un soñado bien, un mal presente,

es un breve descanso muy cansado.

 

Es un descuido, que nos da cuidado,

un cobarde, con nombre de valiente,

un andar solitario entre la gente,

un amar solamente ser amado.

 

Es una libertad encarcelada,

que dura hasta el postrero paroxismo,

enfermedad que crece si es curada.

 

Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:

mirad cuál amistad tendrá con nada,

el que en todo es contrario de sí mismo.

 

7.  Amor que, sin detenerse en el afecto sensitivo, pasa al intelectual  de Francisco de Quevedo

Mandóme, ¡ay Fabio!, que la amase Flora

y que no la quisiese, y mi cuidado

obediente, y confuso, y mancillado,

sin desearla, su belleza adora.

 

Lo que el humano afecto siente, y llora,

goza el entendimiento amartelado

del espíritu eterno, encarcelado

en el claustro mortal que le atesora.

 

Amar es conocer virtud ardiente;

querer es voluntad interesada,

grosera, y descortés caducamente.

 

El cuerpo es tierra, y lo será, y fue nada;

de Dios procede a eternidad la mente,

eterno amante soy de eterna arriada.

 

8.  Suspiros tristes, lágrimas cansadas de Góngora

Suspiros tristes, lágrimas cansadas,

que lanza el corazón, los ojos llueven,

los troncos bañan y las ramas mueven

de estas plantas a Alcides consagradas;

 

mas del viento las fuerzas conjuradas

los suspiros desatan y remueven,

y los troncos las lágrimas se beben,

mal ellos y peor ellas derramadas.

 

Hasta en mi tierno rostro aquel tributo

que dan mis ojos, invisible mano

de sombra o de aire me lo deja enjuto,

 

por que aquel ángel fieramente humano

no crea mi dolor, y así es mi fruto

llorar sin premio y suspirar en vano.

 

9.  Yacen aquí los huesos sepultados de Luis Góngora

Yacen aquí los huesos sepultados

de una amistad que al mundo será una,

o ya para experiencia de fortuna,

o ya para escarmiento de cuidados.

 

Nació entre pensamientos, aunque honrados,

grave al amor, a muchos importuna,

tanto, que la mataron en la cuna

ojos de invidia y de ponzoña armados.

 

Breve urna los sella, como huesos,

al fin, de malograda criatura,

pero versos los honran, inmortales,

 

que vivirán en el sepulcro impresos,

siendo la piedra Felixmena dura,

Daliso el escultor, cincel sus males.

 

10.  Soneto 2 de William Shakespeare

Cuando cuarenta inviernos, pongan cerco a tu frente

y caven hondos surcos, en tu bello sembrado, 

tu altiva juventud, que admira este presente, 

será una prenda rota, con escaso valor.

 

Y cuando te pregunten: ¿dónde está tu belleza?

¿Dónde todo el tesoro de tus mejores días? 

El decir que en el fondo, de tus hundidos ojos,

será venganza amarga y elogio innecesario.

 

¡Qué halago más valdría, al usar tu belleza, 

si responder pudieras: «Este hermoso hijo mío, 

ha de saldar mi cuenta y excusará mi estado»,

mostrándose heredero, de tu propia belleza!

 

Será cual renovarte, cuando te encuentres viejo

y ver tu sangre ardiente, cuando la sientas fría.

 

11.  Soneto a Laura de Petrarca

Paz no encuentro ni puedo hacer la guerra,

y ardo y soy hielo; y temo y todo aplazo;

y vuelo sobre el cielo y yazgo en tierra;

y nada aprieto y todo el mundo abrazo.

 

Quien me tiene en prisión, ni abre ni cierra,

ni me retiene ni me suelta el lazo;

y no me mata Amor ni me deshierra,

ni me quiere ni quita mi embarazo.

 

Veo sin ojos y sin lengua grito;

y pido ayuda y parecer anhelo;

a otros amo y por mí me siento odiado.

 

Llorando grito y el dolor transito;

muerte y vida me dan igual desvelo;

por vos estoy, Señora, en este estado.

 

12.  Soneto LX de Pablo Neruda

A ti te hiere aquel que quiso hacerme daño,

y el golpe del veneno contra mí dirigido

como por una red pasa entre mis trabajos

y en ti deja una mancha de óxido y desvelo.

 

No quiero ver, amor, en la luna florida

de tu frente cruzar el odio que me acecha.

No quiero que en tu sueño deje el rencor ajeno

olvidada su inútil corona de cuchillos.

 

Donde voy van detrás de mí pasos amargos,

donde río una mueca de horror copia mi cara,

donde canto la envidia maldice, ríe y roe.

 

Y es ésa, amor, la sombra que la vida me ha dado:

es un traje vacío que me sigue cojeando

como un espantapájaros de sonrisa sangrienta.

 

13.  Canción de la mujer astuta de Alfonsina Storni

Cada rítmica luna que pasa soy llamada,

por los números graves de Dios, a dar mi vida

en otra vida: mezcla de tinta azul teñida;

la misma extraña mezcla con que ha sido amasada.

 

Y a través de mi carne, miserable y cansada,

filtra un cálido viento de tierra prometida,

y bebe, dulce aroma, mi nariz dilatada

a la selva exultante y a la rama nutrida.

 

Un engañoso canto de sirena me cantas,

¡naturaleza astuta! Me atraes y me encantas

para cargarme luego de alguna humana fruta.

 

Engaño por engaño: mi belleza se esquiva

al llamado solemne; de esta fiebre viva,

algún amor estéril y de paso, disfruta.

 

14.  Venus de Rubén Darío

En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.

En busca de quietud bajé al fresco y callado jardín.

En el obscuro cielo Venus bella temblando lucía,

como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.

 

A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,

que esperaba a su amante bajo el techo de su camarín,

o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,

triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.

 

"¡Oh, reina rubia! -díjele, mi alma quiere dejar su crisálida

y volar hacia a ti, y tus labios de fuego besar;

y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,

 

y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar".

El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida.

Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.

 

15.  Soneto a Helena de Pierre de Ronsard

Cuando bien vieja seas, sentada ante el crepúsculo

Y el candil y los leños, devanando e hilando,

Dirás aún asombrada, al entonar mis versos:

¡Ronsard me celebró en el tiempo en que fui bella!

 

Entonces no tendrás sirvienta a quien decírselo

Que aletargada ya de las tantas labores,

Al oír de Ronsard despierte de su sueño

A bendecir tu nombre con loas inmortales.

 

Yo estaré bajo tierra, y fantasma sin huesos,

Por lo mirtos umbríos buscaré mi reposo;

Y tú ante el fuego serás vieja decrépita,

 

Añorando mi amor y tus fieros desdenes.

Por favor, vive y nada esperes del mañana;

Recoge desde hoy mismo las rosas de la vida.

10 ejemplos de sonetos y sus autores

1. A una garza remontada y Al mismo asunto de Luis Sandoval Zapata

2. Alcoba  de Augusto de Armas y Colón

3. Los sonetos de la muerte de Gabriela Mistral

4. La espiga de Gabriel García Márquez

5. Soneto XCVII de Gustavo Adolfo Bécquer

6. Soneto I, II y III de Octavio Paz

7. Los sonetos de Zapotlán de Carlos Pellicer

8. Soneto a la Reina Isabel II de Miguel de Cervantes

9. El soneto de rigor de Mario Benedetti

10.  Soneto XXXI y XXVIII de Garcilaso de la Vega

Autor: Redacción ejemplosde.com, año 2021

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